En la actualidad, muchas personas pueden estar sometidas a diferentes situaciones de estrés tanto en el ámbito laboral, personal como social, esto puede llegar a influir y afectar los hábitos alimentarios de los mismos. Los cuales, pueden tomar diferentes actitudes frente a la comida, como desinterés, la falta real de apetito o incluso la compulsividad en la manera de comer, lo que altera los patrones de conducta alimentaria, donde pueden verse seriamente afectados por ingestas inadecuadas.
«El estrés condiciona no sólo los hábitos alimentarios, sino también lo que hay detrás: el proceso metabólico nutricional, la situación de satisfacción de las necesidades nutricionales. Las consecuencias pueden ser varias: un retraso en la digestión, una inadecuada y disfuncional forma de metabolizar los alimentos, lo que puede conllevar a trastornos que pueden llegar a ser crónicos e incidir en la salud de la persona»
El estrés puede alterar el apetito y el hambre. En determinadas circunstancias, hay disociación entre el apetito (sensación primariamente psíquica) y el hambre (sensación básicamente orgánica). El apetito puede verse modificado por diferentes situaciones emocionales a través de variaciones químicas y vasculares y de impulsos transmitidos al mesencéfalo desde el cerebro y diversos órganos.
Una buena alimentación es fundamental para mantener el cuerpo sano, pero también la mente. La dieta influye en el modo en que uno se comporta y en cómo se percibe los hechos al alrededor. Una alimentación saludable, rica en frutas y verduras, disminuye incluso el nivel de agresividad y estrés en las personas, mientras que una compuesta principalmente por comida rápida y bebidas gaseosas tiende a aumentar los niveles de ansiedad y violencia en las personas
Ciertos alimentos pueden ayudar a mejorar la adaptación del organismo al estrés y por el contrario, otros lo empeoran.
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Los alimentos que aumentan el estrés son:
El alcohol, en cantidades altas, el café que contiene cafeína actúa sobre el sistema nervioso, aumentando la presión arterial y por ende agravando la ansiedad. En dosis elevadas puede causar taquicardia y dificultar el sueño, llegando a provocar insomnio. La sal en exceso aumenta la presión arterial, lo cual intensifica el estrés. Niveles elevados de glucosa en sangre pueden producir irritabilidad y agotamiento.
Alimentos que ayudan a calmar el estrés:
Frutas y verduras poseen grandes cantidades de vitaminas y minerales, refuerzan el sistema inmunológico. Además, ayudan a mantener la presión arterial en niveles óptimos. Chocolate negro, cereales integrales, huevos, pescados azules, plátano, estos estimulan la producción de serotonina, un neurotransmisor encargado de regular el estado de ánimo e inducir al sueño.
Catherine Schnaiderman
Nutricionista de Libera
CNP: 5179
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