“Tengo un vecino que está loco. A veces lo veo hablando con postes, otras con el jardín de mi casa, y otras con sus perros. Todos en la cuadra lo conocemos como ‘el loco’, y hasta él mismo se asume como tal. Vemos que está solo, no tiene familia cerca y nadie lo viene a visitar”
La Esquizofrenia: Viviendo en lo irreal.
La esquizofrenia es una enfermedad mental, que altera la percepción, el pensamiento y la conducta; pero, sobre todo, el contacto con la realidad. La mayoría de veces, las personas que la padecen tienen alucinaciones, es decir, ven cosas que no existen; y, por si fuera poco, a veces también las escuchan.
En muchos casos la familia pierde la paciencia, y en otras, el entorno se muestra adverso con el paciente. Pues, para muchos, es una enfermedad que se utiliza como burla, como apodo, y como un modo elegante para llamar simplemente loco a alguien. Pero esta enfermedad va más allá… Recordemos que en el fondo es una persona que no ha buscado ser así, y que por diversas razones ahora es diferente; piensa, percibe y actúa diferente, lo cual dificulta el desarrollo de su vida tal y como era antes.
Es una enfermedad progresiva, crónica y desgastante.
Al inicio, van descuidando su apariencia e imagen personal, desconectándose de sus hábitos de higiene y limpieza; al mismo tiempo se va distorsionando el modo en el que ven las cosas, quizás aparecen ideas extravagantes, de contenido extraño, a veces creyendo que los persiguen, o que un familiar está hurtando su dinero; otras creyendo que son presidentes de la nación, o que viven en épocas diferentes a la actual. Todas estas ideas van aislando a sus amigos, pues lo consideran “raro, que habla cosas sin sentido”, generando que poco a poco vaya quedándose solo. De igual manera, aparecen las alucinaciones, las cuales pueden ser visuales o auditivas, y quizá comenten que pueden ver a Dios, o que escucha personas en su cabeza que le insultan diciéndole que todo lo que hace está mal, generando que su confianza para realizar actividades vaya disminuyendo, al punto de creer que no puede hacer nada.
Su ánimo se torna más irascible a veces, otras más depresivo, y hasta a veces más impulsivo. Todos estos cambios, unido a todo lo anterior, hace que la paciencia de quienes lo rodean se vaya desvaneciendo, le exijan ser el mismo, le presionen o amenacen para que “deje sus caprichos”, cuando finalmente no se dan cuenta que lo que sucedió es lo más duro de aceptar: perdió el contacto con la realidad.
Finalmente…
Si todos nos diéramos tiempo de analizar cómo es que una persona puede llegar a hablar con un árbol o con un poste, o si todos pensáramos en lo solo que se debe sentir alguien pasando todos los días de su vida sin su familia… quizá dejaríamos de etiquetar a las personas, de burlarnos y de poner apelativos.
Quizá hayan perdido el contacto con la realidad, quizá su vida se haya ido deteriorando; pero nunca dejarán de sentir.
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