Para responder la pregunta de hoy vamos a explorar algunos términos que nos ayuden a delimitar de manera más acertada la importancia del vínculo familiar dentro del espectro psicológico.
El primer término que analizaremos es el apego, entendido como el vínculo que se puede establecer entre las personas. Para hablar de apego es necesario tomar en cuenta a la teoría del mismo nombre planteada en los años 50 por John Bowlby.
¿Qué plantea la Teoría del Apego?
Para contextualizar un poco el interés de Bowlby por desarrollar temas asociados al vínculo es importante remontarnos a los años en los que trabajaba con menores con problemas de delincuencia, que probablemente habían desarrollado conductas desadaptativas debido al sufrimiento provocado por la separación y pérdida del vínculo a temprana edad con sus cuidadores principales.
A raíz de sus investigaciones se empieza a delimitar con más exactitud la definición de apego, además de que se toma en cuenta el vínculo como una necesidad instintiva básica y de supervivencia, por ejemplo, utilizando el caso de un bebé que requiere de atenciones esenciales como alimentación, protección y otros cuidados brindados por un cuidador primario.
Con el establecimiento de un vínculo familiar saludable durante los primeros años de vida es que los niños crecen con distintas capacidades para adaptarse y relacionarse con el entorno de manera funcional y adaptativa.
¿Qué sucede si hay abandono o rechazo por parte de los cuidadores principales de un niño?
En caso de existir un descuido en la atención, cariño y cuidados dentro del desarrollo de un niño, lo que podría suceder es que se presenten niños de apego inseguro- evitativo y niños de apego inseguro-ambivalente.
En el primer caso de los niños con apego inseguro-evitativo, se describía a un tipo de madre que se había mostrado insensible frente a las necesidades o requerimientos del niño por lo que se instauraba una sensación de rechazo que les generaba dificultades emocionales y problemas al vincularse con otras personas.
Como muchos sabrán es importante prestar atención no solo al desarrollo intelectual de los niños, sino también al desarrollo emocional que es tan importante para su desenvolvimiento futuro.
En el segundo caso de los niños con apego inseguro-ambivalente, tenemos que este tipo de padres se caracterizaban por no estar constantemente disponibles para atender las necesidades del niño, por lo que desde pequeños sentían el abandono y rechazo que según estudios en su vida adulta los lleva a mostrarse irritables, se resisten al contacto físico y desarrollan conductas de apego afectivo dependiente con otras personas.
¿Existe un tipo de apego que sea beneficioso?
Claro que existe y es el apego de tipo seguro que se presenta en familias donde los progenitores responden a las necesidades básicas y emocionales del niño cuando este lo requiere. Según investigaciones, los resultados a largo plazo de este tipo de apego seguro es que los niños desarrollan un sentido de exploración para enfrentarse a las situaciones nuevas a lo largo de su vida, logran formar vínculos funcionales con las distintas personas a su alrededor, priorizan su bienestar emocional debido a que desde pequeños les dieron un espacio donde se validaban sus emociones, entre otras actitudes.
Como hemos estado analizando es importante el vínculo entre padres e hijos, así como también es necesario establecer límites en la crianza de los niños, para no caer en la sobreprotección y que los niños puedan desarrollar habilidades para su vida de adultos.
Retomando la pregunta que nos reúne, ¿Por qué es importante el vínculo familiar?
Utilicemos un ejemplo para ilustrar mejor la importancia del vínculo familiar.
Tenemos el caso de un adulto del sexo masculino que tiene 27 años en la actualidad, revisando su historia de desarrollo se logró identificar que desde sus primeros años de vida sus padres se dedicaban enteramente al trabajo por cuestiones económicas, regularmente lo dejaban solo en casa o encargado con una tía que venía en ocasiones a servirle sus alimentos, pero luego se retiraba. El tiempo que compartía con sus padres era escaso durante la noche y de por sí el temperamento de sus padres no era el más ameno como para lograr conversar con ellos. En este caso vemos cómo existe claramente un descuido indirecto de las necesidades básicas y emocionales del niño. Con el transcurrir del tiempo, a lo largo de su infancia, empezó a sentir que sus padres no lo querían y que por eso se dedicaban tanto al trabajo, su estado de ánimo era triste y en ocasiones detestaba su vida. A la llegada de su adolescencia empezó a sentir que no necesitaba más de sus padres y se dedicó enteramente a actividades que lo distrajeran o desconectaran totalmente del malestar emocional que vivió durante gran parte de su desarrollo. Primero fueron los videojuegos, luego el alcohol, con el tiempo las drogas. Su rendimiento en la escuela era limitado por descuido y en ocasiones sentía que no era capaz de poder hacerlo. Sus padres con el tiempo se dieron cuenta del daño que habían provocado e intentaron acercarse, pero todo terminó en conflictos y discusiones con su hijo, quien para sus 18 años hacía caso omiso de lo que decían y empezó a mostrarse irritable y poco comunicativo.
A los 19 años ingresó a la universidad para estudiar una carrera que le gustaba, desde entonces se refugió enteramente en actividades “auto- tranquilizadoras” (juegos, ingesta de alcohol, drogas, promiscuidad, etc.) para evitar el malestar. Con el tiempo conoció a una chica que lo cautivó de inmediato, sin embargo, dado que no existió en su vida un espacio saludable donde pudiese expresar sus emociones, explicar sus ideas o sencillamente comunicarse, empezó a sentirse muy frustrado por el déficit que tenía para vincularse con una persona nueva.
Los años transcurrieron y no lograba vincularse a nivel afectivo con nadie, por la falta de recursos y también porque se mostraba muy exigente, desconfiado e inestable en la relación con el prójimo.
Terminó la carrera a los 25 años, la relación con sus padres era lejana, para entonces ya había decidido mudarse a vivir solo. Logró conseguir un trabajo donde pudo aplicar los conocimientos prácticos que había adquirido, pero seguía sintiendo un vacío emocional y dificultades para apegarse o comprometerse con un proyecto a largo plazo.
En medio de todo lo disfuncional de su vida, un conocido cercano le sugirió asistir a terapia psicológica. Le costó asimilar la idea, pero quería por primera vez en su vida entender qué había sucedido con él. El inicio del proceso de terapia fue dificultoso, desde la primera sesión se mostraba a la defensiva y poco dispuesto a hablar sobre lo que le sucedía. Con el pasar de las sesiones fue descubriendo que su niño interno estaba herido por la forma en como había sido la relación con sus padres. Comprendió por fin que el desapego afectivo de sus padres lo había llevado a crecer con un temperamento irritable, sentirse inseguro, tener un autoconcepto pobre, dificultades para reconocer y expresar sus emociones, problemas para relacionarse de manera segura y confiada con la pareja, amigos, etc.
¿Qué tan distinta pudo haber sido la vida de esta persona de formar un vínculo seguro con sus padres?
Con el ejemplo anterior podemos entender mejor la magnitud y la importancia del vínculo que formemos con nuestros cuidadores principales en nuestros primeros años de vida y a lo largo del desarrollo emocional a través de la etapa adolescente. Como verán, la conexión emocional y física que establecemos con personas significativas para nosotros son el mejor entrenamiento para desarrollar principios como el de exploración, de autonomía e incluso el propio sentido de vida que tengamos.
Como reflexión final tengamos en cuenta que no siempre el desapego afectivo con los padres desencadenará dificultades en la vida adulta. Como casi en todos los aspectos de la vida, siempre existen excepciones a la regla y las personas están protegidas por factores protectores como la escuela, la familia extensa, los amigos, la vocación, la psicoterapia y otros.
Peter Huamán Yarma
Psicólogo de Libera
C.Ps.P. N°35753
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