Los seres humanos llegamos al mundo con una gran mochila de creencias sociales y familiares, pero aun con esa gran carga, mientras somos niños estamos completamente abiertos a todo lo que la vida nos otorga, pudiendo disfrutar de cada instante con alegría y sintiéndonos libres para expresar amor. Sin embargo, conforme crecemos, vamos ocultando estas características, las pasamos a un segundo plano y muchas veces las enterramos. Pese a ello, el niño que fuimos nunca lo perdemos, se mantiene en el interior, a veces muy asustado y otras simplemente atento a su turno.

El niño interior es la parte más profunda de nuestro ser, es nuestra esencia, ese lado que es espontaneidad y humildad, aquel que vive en el presente y es capaz de disfrutar de las pequeñas cosas de la vida. Es aquella parte que fluye con las emociones, nos permite sentir y conectarnos con nosotros mismos y con el mundo.

Lamentablemente, muchas veces ese niño se oculta porque esta triste o tiene miedo, está herido. Quizá en su vida ha pasado por situaciones que lo han hecho crecer prematuramente, cambiándolo para siempre. Muchas de esas situaciones se asocian a momentos muy dolorosos como la muerte, el abandono, etc., pero también a eventos que pueden parecer “poco importantes” como una palabra, actitud o decisión.

Las primeras heridas emocionales, nos llevan a construir escudos y barreras para protegernos, es decir, comenzamos a crear mecanismos para sobrevivir, quedando atrapados en una lucha constante con la vida, olvidando lo más importante: VIVIR.

¿Cuáles son las heridas emocionales del niño interior?

Durante nuestra infancia y niñez casi todos hemos pasado por experiencias dolorosas que nos han marcado, llegando a trascender hasta nuestra adultez. El niño interior herido carga los traumas del pasado y los convierte en patrones de conducta del adulto.

Mayormente los traumas emocionales están relacionados a:

Miedo al abandono

Las personas que han sufrido abandono de niños, crecerán evitando la soledad. Sus vínculos los vivirán con inseguridad, miedo y prevención, por lo que algunas veces preferirán ser ellos los que abandonen primero, y otras veces crearán relaciones dependientes.

Miedo al rechazo

El niño que ha sufrido muestras de rechazo, sea por parte de sus padres, hermanos o pares, crecerá con una visión negativa de sí mismo, llegando minimizarse e incluso dejar de lado sus necesidades como si no mereciera algo bueno. Sufrirá ante las críticas, buscará constantemente obtener reconocimiento y aprobación de los demás.

«El niño interior es la parte más profunda de nuestro ser, es nuestra esencia, ese lado que es espontaneidad y humildad, aquel que vive en el presente y es capaz de disfrutar de las pequeñas cosas de la vida.» 

Miedo a confiar 

Cuando un niño se ha sentido traicionado por personas importantes como sus padres, crecerá con sentimientos de desconfianza, dudando siempre de las intenciones de los demás. Surge en la persona la necesidad de control, buscando asegurar fidelidad y lealtad, por lo que muchas veces puede ser invasivo y demandante con los demás.

La injusticia 

La persona que durante su infancia ha tenido una crianza autoritaria, con unos padres fríos y rígidos, crecerá con sentimientos de ineficacia, inutilidad y la sensación de injusticia. Serán adultos rígidos y perfeccionistas, con poca capacidad de dialogar o llegar a acuerdos, ya que buscarán siempre ganar poder e importancia.

¿Cómo sanar a mi niño interior?

  • El primer paso es escucharlo y comprenderlo, muéstrale que sientes mucho su sufrimiento y sobre todo que deseas ayudarlo. Es decir, detente un momento y escúchate, trátate con paciencia y amabilidad, no te juzgues, ni te exijas. Recuerda aquello que siempre necesitaste cuando eras niño, ese abrazo, esa palabra de aliento, etc. Trátate diferente, no te hagas lo mismo que aquellos que te lastimaron.
  • Otórgate momentos para vivir, conéctate con ese niño sano y feliz. Pasa tiempo contigo mismo, sal a caminar, ve a la playa, a bailar, al cine, a jugar, etc. Experimenta con algún deporte nuevo y divertido, arriésgate a nuevas experiencias.
  • Intégralo de nuevo en tu vida, dale la oportunidad de disfrutar de todo lo que has construido a pesar de las dificultades. Permítele opinar y decidir en tu vida, déjalo divertirse, es decir, diviértete.
  • Ve a terapia.

Para poder tener una buena salud mental es necesario ayudar a nuestro niño interior a aceptar sus heridas emocionales, para que pueda expresarlas, sanarlas y al fin soltar esa pesada mochila emocional que aún arrastra.

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