¿Cuál es la mirada actual de la crianza y la niñez?

Cuando pensamos en la crianza y el clima familiar, suele venir rápidamente a nuestra mente la idea de qué valores y enseñanzas debemos transmitir a nuestros hijos. Hoy en día, la psicología infantil está dando un lugar protagónico a los Buenos Tratos en la Infancia; un nuevo paradigma que se construye sobre las bases de la Teoría del Apego con grandes aportes de la Neurociencias. Su filosofía trata de promover los buenos tratos a los niños y adolescentes, a partir del respeto y la sensibilidad de los padres, promoviendo la atención a sus necesidades emocionales.

En ese sentido, este nuevo paradigma nos invita a pensar que más que ‘qué enseñarle’ sería bueno reflexionar en el ‘cómo enseñamos’. En el consultorio de psicología muchas veces atendemos niños y adolescentes con quienes hacemos un vínculo profundo, basado en el respeto incondicional y en la aceptación a la esencia de los niños, lo cual permite algo que a muchos padres les genera cuantiosa dificultad: poner límites y que los niños los reciban bien.

Una de las cosas más importantes que este campo nos muestra, es que los límites podrán ser respetados en la medida que exista un adulto que sirva de sostén emocional para ese niño, que aún no cuenta con la capacidad biológica-emocional suficiente para regularse solo.

¿Cómo funciona esto?

Pensemos en un niño que –para su edad- es más impulso que regulación, para él lo natural es hacer ‘lo que quiere’; por eso, necesita de un adulto que le muestre que ello no siempre va a poder ser así, ya que existen normas de convivencia que limitan y organizan nuestra conducta para vivir mejor. Al inicio, los niños verán los límites como los grandes enemigos que le dicen ‘no’ a aquello que quieren hacer, y por eso es que necesitan de un adulto que pueda sostener esa frustración inicial, que con cariño y paciencia le explique y que esté ahí para escuchar su rabia y frustración hasta que se devuelva a la calma.

Volviendo al punto anterior, cuando nosotros los terapeutas estamos en sesión con un niño y/o adolescente, dedicamos muchas sesiones a acercarnos, escuchar, ser genuinos y empáticos, no juzgar. El resultado de dicho trabajo inicial es precisamente el de sentar las bases de afecto necesarias, para que cuando aparezcan los límites y directrices, ellos no levanten sus defensas sino más bien se sientan seguros de no tener de qué defenderse, pues nadie los está atacando.

Y justo ahí, radica el valor del tiempo, cariño y paciencia que se le da a un niño y adolescente; en la importancia de que no nos vean como su amenaza, sino como su puerto seguro, al cual puedan voltear y recobrar seguridad y calma para seguir.

María Claudia Gee

Psicóloga de Libera

C.Ps.P. 26545

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