El Perú, debido a su localización y geografía es uno de los países más vulnerable a desencadenar desastres producidos por fenómenos naturales de origen geológico (terremotos), hidrometeorológico (inundaciones, huaicos y aludes), principalmente. Debemos tener en cuenta que los desastres naturales ponen en riesgo el bienestar de cada uno de los pobladores y del medio ambiente afectado, debido a que estas situaciones conllevan a un gran impacto sobre los componentes de la cadena alimentaria que dependerá del tipo, duración y magnitud del desastre que pondrán en riesgo el estado nutricional de las personas, pues no podrán abastecerse de alimentos en cantidades suficientes y, por ende, su nutrición. Por ello después de un desastre es importante evacuar y poner en buen recaudo a las personas afectadas, donde se deberá proveer de alimentos que permitan atenuar los estragos sobre la salud en general.

Es preciso destacar que la escasez de alimentos luego de un desastre natural se podría deber a dos puntos claves: primero, por la destrucción de los depósitos de alimentos en las zonas afectadas, generando que la cantidad de comida disponible se vea reducida; segundo, por las dificultades los procesos de distribución que impedirían el acceso a los alimentos.

¿Cómo cubrir las necesidades nutricionales de la población?

Las necesidades básicas deberán ser cubiertas a través de fuentes seguras y que sean las más inocuas, ello con la finalidad de prevenir brote de enfermedades infecciosas o gastrointestinales, ya que son las patologías más relacionadas cuando se presentan desastres naturales debido al hacinamiento, la interrupción y contaminación del abastecimiento del agua y de los servicios de saneamiento.

En cuanto a las necesidades de los niños debemos considerar que sus requerimientos de nutrición son elevados (tanto en macro y micronutriente) y por tanto necesitan consumir alimentos energéticos, principalmente ricos en carbohidratos (arroz, galletas, fideos, azúcar rubia, miel, panela) y grasas (aceites vegetales, frutos secos) para no afectar su crecimiento y desarrollo. Asimismo, en los niños lactantes se espera que las madres puedan seguir brindando lactancia materna exclusiva, ya que es el alimento más inocuo y perfecto para el menor.

Por su parte el consumo de agua es vital en estas situaciones, sin embargo, debemos considerar una adecuada cloración y tratamiento del agua que pueda consumir la población. Se recomienda incrementar los niveles de cloro residual o que presente un nivel mínimo de cloro de 0,7 mg/L.

A lo referente sobre el cálculo de la dieta de supervivencia o emergencia esta debe basarse en una cantidad total de energía entre 1800 a 2100 kcal/día para asegurarse la adecuada nutrición, de los cuales los macronutrientes deben estar distribuidos entre 10 a 12 % de la energía en proteínas, no menos del 17% en grasas, y no mayor al 73% en carbohidratos. Sin embargo, si los primeros días no se logra cubrir al 100%, no hay problema, ya que lo fundamental es disminuir el hambre y sostener la vida en los primeros días, posteriormente se ha de reforzar la dieta manteniendo la distribución mencionada anteriormente.

Los criterios básicos que se ha de tener para seleccionar los alimentos que formarán parte de la canasta de emergencia serán que deben estar disponibles en el medio, ser culturalmente aceptados por la población, presentar un bajo contenido de humedad (para evitar la proliferación de hongos, moho u otras bacterias), que concentren la mayor cantidad de nutrientes, que sean de fácil transporte, almacenamiento, distribución y consumo y que sean de bajo costo. Estos alimentos pueden ser los siguientes: menestras (frijoles, lentejas, garbanzos), arroz, fideos, galletas, conservas (conserva de pescado, menestras enlatadas, verduras en conservas), frutos secos (almendras, nueces, pecanas), frutas deshidratadas (pasas, orejones, guindones, dátiles), azúcar rubia o panela, miel, algarrobina, aceite vegetal y agua mineral.

Finalmente, debemos estar siempre alertas y tener lista una canasta básica en nuestros hogares para que, de presentarse algún desastre natural, podamos mantener nuestra alimentación con los macronutrientes cubiertos y prevenir que nuestro estado nutricional se vea afectado de gran manera.

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