En consulta escuchamos muchas historias de personas que perciben que no tuvieron mucho tiempo para ser niños, tuvieron que “crecer rápido” ya que las circunstancias así lo exigían.

“Tuve que cuidar de mis hermanos, prácticamente yo los crié”.

“Tuve que convertirme en el hombre de la casa, mi padre había fallecido y mi madre estaba sola”.

“En mis tiempos, yo mismo me cocinaba, lavaba mis cosas, y luego del colegio, me ponía a cachuelear para conseguir dinero extra”.

“Mis padres se comportaban como niños, yo tenía que tomar las decisiones”.

“Mi madre nunca aprendió a separar sus cosas, me contaba todo y yo tenía que escucharla, no entendía que yo era su hija, no una amiga”.

Si bien, muchos afirman que estas experiencias los volvieron más fuertes, no es el mismo final para todos.

¿Qué es la parentificación?

La parentificación es el proceso mediante el cual un niño, niña o adolescente sacrifica sus propias necesidades esperadas para su edad y asume el rol y las responsabilidades que corresponden a los adultos. Podría considerarse una forma de negligencia en la crianza, y surge por imposición (consciente o no) de un adulto hacia un niño, o por autoimposición (el mismo niño decide, consciente o no, asumir ese rol).

¿Cuáles son los tipos de parentificación?

En la literatura se encuentran dos tipos de parentificación:

Parentificación emocional: el menor trata de cubrir las necesidades emocionales de su familia, siendo figura de soporte emocional, o tomando el rol de mediador en los conflictos familiares o de pareja, convirtiéndose en el confidente del padre o madre, entre otras acciones.

Parentificación instrumental: el menor asume tareas de la casa, por ejemplo, cocinar, limpiar, lavar la ropa, o de trabajo, iniciando su vida laboral prematuramente a modo de apoyar a la familia.

¿Cuáles son las consecuencias de la parentificación?

Se entiende que frente a circunstancias adversas o crisis en la familia, puede ser necesario que los niños apoyen. Si esto resulta en una tarea sólo temporal, y se le reconoce y compensa al niño por su esfuerzo, no debería traer consecuencias negativas, puede desarrollar en los niños muchas capacidades e ir en pro de su autonomía.

Sin embargo, en muchos casos no es así, el niño asume este rol de forma indefinida y no se le reconoce por ello. Entre las consecuencias negativas para el menor, tanto a corto como a largo plazo, se encuentran:

Problemas en su salud mental, desarrollando síntomas depresivos y/o ansiosos.

  • Dificultades para las relaciones interpersonales.
  • Alteraciones en los patrones de apego, desarrollando un estilo de apego inseguro ya que no se percibe a una figura de cuidado confiable y segura.
  • Consumo de sustancias u otras conductas de riesgo.

Cabe destacar que, además de la parentificación, hay otros tipos de familia que predisponen a la depresión, por lo que te invitamos a leer el artículo en el Blog que trata al respecto.

No obstante, sabemos que el final no tiene que ser así para todos, el hecho de vivir y crecer en una familia disfuncional no necesariamente limita nuestro futuro, lo que puedes profundizar leyendo el artículo: ¿El haber crecido en una familia disfuncional determina mi vida?

Reflexiones

Es importante que nos permitamos vivir cada etapa evolutiva, con las responsabilidades y retos propios de cada edad.

Así mismo, es necesario ganar consciencia de la problemática de la parentificación y comprender que en la gran mayoría de casos se trata de un asunto que se transmite de generación en generación. Como quien dice, muchas veces repetimos los errores de nuestros padres, tema del que tratamos también en nuestro blog.

Muchos padres llegan a consulta y dicen: “los chicos ahora la tienen más fácil, no tiene que quejarte, a mi edad era peor”, y en ese momento te decimos: “tú tampoco merecías aprender de esa manera ni asumir tantas responsabilidades a tu edad”. Rompamos el ciclo.

Beatriz Azabache

Psicóloga en Libera

C.Ps.P 36603

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