Los datos con los que contamos en la actualidad, ubica a la depresión como uno de los problemas más graves que afectan a mayor cantidad de personas en el mundo. Ello puede estar relacionado con el mundo tan rápido, voraz y cambiante en el que vivimos, en donde cada vez hay más presión, competencia y exigencias, pero también, más elementos que pretenden distraernos, como la tecnología, que poco a poco genera más distancia con las personas que deberían estar más próximas.

En línea con eso, es que es importante también analizar lo que pasa en el núcleo de cada persona que sufre depresión. Comprender de dónde viene su angustia y malestar, muchas veces nos lleva a analizar a la familia en la que dicha persona creció, pues en gran medida es en ese entorno en el que se han sentado algunas bases de su malestar.

Con ello, es importante deslindar las culpas de las responsabilidades. Entender que una familia puede generar algunas bases, no la hace culpable ni causante del malestar de alguien. Solamente nos permite comprender el contexto, justamente para tomar algunas medidas, reflexionar sobre nuestros estilos de personalidad, actitudes, comentarios, formas, etc., para así prevenir el malestar a alguien de nuestro entorno.

¿Qué tipos de familia generan malestar depresivo?

La familia “perfeccionista”

Tal y como su nombre lo indica, este tipo de familia está caracterizada por el nivel de exigencia que imprimen a los miembros. A veces sus estándares son inalcanzables e inflexibles, lo cual genera que el niño sienta que nunca será suficiente para sus papás. Principalmente, su lema suele ser “tienes que ser el mejor”, elevando los estándares cada vez que el niño logra algo, exigiendo más.

Evidentemente estas familias no buscan dañar a sus hijos, todo por el contrario, buscan que sea alguien mejor, que aprenda a esforzarse, que siga hacia adelante. Sin embargo, no toman en cuenta lo que emocionalmente esto despierta en el niño, justamente la pregunta de ¨¿qué es ser mejor?, y si no lo soy, ¿dejarán de quererme?”, vinculando el fracaso con el abandono.

Muchas personas adultas que sufren depresión, mantienen la creencia de que nada de lo que harán logrará satisfacer al otro y por tanto construyen el discurso de “no vale la pena”, dejando actividades, trabajos, gustos, placeres…perpetuando su malestar.

Por tanto, la depresión con este tipo de familias se gesta cuando el exterior te demuestra que no eres perfecto, que nunca serás suficiente y que por mucho que te esfuerces, siempre se podrá más.

La familia que descalifica

Hemos visto que la familia anterior tiende a obligar a ser mejor, pero esta familia lo que hace es sabotearte. Generalmente el subtexto que se maneja es que ‘no eres bueno para nada’, se suelen hacer comparaciones, se descalifican los unos a los otros y se tratan como si no valiesen nada.

Por tanto, estos niños que crecen sin un sentido del valor de sí mismo, de adultos se convierten en personas inseguras, incapaces de ser amados, por lo que es probable que se involucren en relaciones destructivas. Los adultos que han crecido en este entorno familiar, necesitan afecto y ser queridos pero no lo saben pedir ni dar.

La familia violenta

Es conocido que en muchas familias existe violencia, de diversos tipos, puede ser física, psicológica, verbal, económica, etc., pero todas confluyen en el mismo punto: la sensación de unión a partir de la agresión.

En realidad, muchas veces se piensa que estas familias son desunidas y distantes, cuando verdaderamente existe un sentido de unión y cohesión muy fuerte, solo que sus lazos se sostienen de violencia, en donde todos actúan como si estuviesen en un campo de batalla. La necesidad de control y dominio es fuerte, todos cuentan con una necesidad de reafirmación como personas a través de ello, y por eso los insultos, gritos y golpes son comunes en el día a día.

Comentarios finales

Comprendamos que la depresión es un estado emocional que se gesta desde los primeros años de vida, en la mayor parte de los casos existe un patrón de crianza y una familia que –inconscientemente- juega ciertos roles moviendo emociones en el niño, que va colaborando con su forma de ver el mundo, la cual a veces se opaca y se apaga.

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