El día de hoy nos reúne un tema que probablemente en algún momento de nuestras vidas llegó a afectarnos a tal punto que incluso pensamos que podríamos ser culpables de todo lo que estaba sucediendo. Seguro que me entenderán mejor con la historia en retrospectiva de Diego, un adulto joven de 25 años quien a la fecha presenta dificultades a la hora de comunicarse con su grupo de pares, mostrándose en ocasiones poco asertivo e incapaz de dar por terminada una discusión. A su vez, en la relación que tiene con su pareja se siente inseguro, le teme de cierta manera al compromiso porque tiene la idea de que todo podría terminar mal y al no tener la habilidad para comunicar lo que siente termina generando conflictos innecesarios en la interacción con su pareja.
Regresando años atrás nuestro protagonista tenía 8 años cuando empezó a darse cuenta de que las cosas en su familia, específicamente con sus padres no marchaban bien, solía verlos discutir continuamente, el ambiente solía ser gritos y largos silencios en los cuales sus padres no se dirigían palabra alguna. Los años fueron transcurriendo con el mismo tipo de clima familiar caracterizado por tensión constante; a pesar de que sus padres cumplían con satisfacer las necesidades básicas de Diego como cuidados, educación y alimentación, solían descuidar con bastante frecuencia sus necesidades emocionales porque nunca le preguntaron cómo se sentía con respecto a los constantes conflictos.
Cuando nuestro protagonista tenía 13 años sus padres decidieron separarse y temporalmente se quedó viviendo con su madre, con quien mantenía una relación más cercana. No todo podía ser color de rosa, así que en la disputa legal acerca de su tenencia se determinó que Diego comparta algunos días de la semana en casa de su padre con quien para ser verdad se sentía algo lejano. La adolescencia de nuestro protagonista transcurrió en hogares distintos, con rutinas variables entre cada uno de sus padres, pero sobre todo con la implacable sobrecarga emocional que implicaba el hecho de que debía lidiar con un elaborado discurso donde su madre comentaba entre tantas cosas que estar con el padre de Diego le había arruinado la vida generándole incontables momentos de tristeza, mientras que el discurso del padre entre tantos detalles se fundamentaba en que el carácter de su esposa lo había llegado a hastiar hasta el punto de implorar por el divorcio.
Ahora les pregunto, ¿Qué tanto creen que la interacción entre los padres de Diego influyó en sus problemas actuales?
Les cuento que desde pequeños los padres o las personas que cumplan esa función serán el molde a seguir del cual nosotros aprenderemos habilidades para la vida, como la capacidad de comunicarnos, demostrar afecto, sentir miedo, reaccionar ante la injusticia, solucionar problemas, ser empáticos con el dolor ajeno, entre tantas otras virtudes o defectos. En el caso de Diego resulta que sus padres fallaron en varios puntos ya que, con sus actitudes, lo situaron en el medio de un campo de batalla donde él sentía el embate de ambas partes orillándolo a sentirse como el origen de las constantes discusiones.
Identifiquemos los errores cometidos por los padres:
- En primer lugar, los padres de Diego a través de sus conflictos familiares cotidianos le mostraron que las diferencias solo se solucionan alzando la voz, mostrándose prepotentes e intentando tener la razón siempre.
- En segundo lugar, le ejemplificaron que si no ganas la discusión entonces adoptas una actitud resentida y distante del prójimo.
- En tercer lugar, al no poder comunicarse de manera eficaz y casi nunca llegar a un acuerdo, le mostraron que los problemas no podían solucionarse, que siempre tenía que existir el conflicto y el malestar.
- En cuarto lugar, al estar separados siguieron atacándose entre sí, pero esta vez a través de Diego, llegando a llenarle los pensamientos con comentarios ofensivos y directos el uno del otro.
- En quinto lugar, al rellenar de comentarios inadecuados sobre el otro progenitor a su hijo pudieron originar una sensación constante de rechazo hacia el compromiso a largo plazo, por la misma idea de que podrían terminar exactamente igual que la historia de sus padres.
Puede que existan más factores que hayan influenciado en los problemas actuales que tiene Diego, pero como verán, podemos utilizar la frase “los hijos son una extensión de las problemáticas que tienen cada uno de los padres”. A lo que me refiero con esta frase es a la influencia importantísima que tienen las posturas que adopten los padres, creando quizá un ambiente de familia disfuncional que terminaría afectando el desarrollo emocional, cognitivo, social y físico del niño, generándole probablemente conductas desadaptativas en su vida adulta.
Para concluir con el tema expuesto para hoy les presentaré algunas recomendaciones que desde mi postura podría brindarles a los padres:
- Las familias nunca están exentas de problemas, con regularidad incluso a veces los diferentes puntos de vista terminan nutriendo un ambiente familiar; sin embargo, es importante que como padres sepan cuándo, cómo y dónde gestionar sus diferencias.
- Está bien enojarse, todos tenemos derecho a ello, pero es aún más importante aprender a pedir disculpas, regular el tono de voz y aún mejor, intentar manejar la situación de una forma más diplomática.
- Recuerden que las formas en las que ustedes solucionan conflictos serán el eje principal de cómo sus hijos solucionarán sus propios problemas.
No les quiero dar la impresión de que deben ser padres modelo sin ningún tipo de defecto, pero me gustaría a través de estas líneas invitarlos a pensar un poco más en las consecuencias a largo plazo en sus hijos. Para complementar lo anterior los invito a revisar el siguiente enlace: ¿Cómo mejorar la convivencia familiar durante la cuarentena?
Peter Huamán Yarma
Psicólogo de Libera
C.Ps.P. N°35753
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