La naturaleza de los niños es jugar. Su creatividad y energía constante son la mezcla perfecta para convertir cualquier objeto de la casa en el juego más divertido; entonces, si es tan normal que un niño juegue, el hecho que no lo haga debe llamarnos mucho la atención. Quizá muchos padres puedan verlo como algo positivo debido a que no hacen ruido o son muy tranquilos, pero la hora de juego en un niño va más allá del solo divertirse, así que, si observas que tu pequeño/a pasa por algo así, este artículo podría darte una idea más clara sobre qué hacer al respecto.
¿Por qué jugar?
El juego no solamente sirve como un medio de pasatiempo o desfogue. Para poder jugar, el niño/a no solo requiere de poder divertirse, sino también de poder crear un espacio, un ambiente, dar roles, compartir, salir de sí mismo y poder darle vida a un nuevo ser. Así, el juego cumple un rol importante en el desarrollo cognitivo de la mente del menor, pero además también es un factor crucial para desarrollar las habilidades sociales.
Así, podemos afirmar que el juego puede ser tomado como un lenguaje propio de los niños, ya que ahí pueden volcar fantasías o miedos, e incluso percepciones actuales que tienen sobre la vida. Es por eso que, si un menor se rehúsa a jugar, es importante poder indagar más al respecto.
¿Qué pasa si no quiere jugar?
Existen tantas razones como casos, pero podemos atrevernos a realizar algunas generalizaciones que pueden englobar esta principal preocupación. Como se mencionó, para que un niño juegue se necesita de creatividad, pero esta viene de la mano de la espontaneidad para poder activar la creación de un nuevo espacio y juego, por lo que ambos tienen que verse afectados para que el juego no se dé. Es importante, entonces, poder identificar qué está limitando o influyendo negativamente en ambas características.
Si mi hijo/a juega mucho y dejó de jugar repentinamente…
Si un niño/a ha sido siempre enérgico y creativo, el cambio hacia la disminución de horas de juego o su motivación para jugar va a ser muy notorio. Por lo que es importante indagar sobre:
- Preocupaciones que pueda tener que limiten su creatividad o ganas de divertirse.
- Sensación de seguridad o inseguridad tanto en el ambiente en el que se encuentra, así como las personas que le acompañan. Muchas veces, el pequeño/a puede percibir un ambiente amenazante que le impida sentirse libre de jugar, pero también puede sentir que hay alguien con quien no se siente cómodo/a. En este punto, es importante identificar si un niño detiene su juego o si su rechazo al mismo se relaciona con la presencia o ausencia de alguien.
- Cambios en su rutina diaria, ya sea en el colegio, en casa o incluso en la dinámica familiar.
Si mi hijo/a no ha sido de jugar mucho pero cada vez juega menos…
Hay pequeños/as que tienen un rango de juego limitado, pero que también puede percibirse como menos placentero al compararlo con otros niños de su edad, o que quizá, aunque le llamen a jugar, decide rechazar las invitaciones. En estos casos, es importante identificar:
- La timidez que siente el pequeño/a. Si se rehúsa a jugar con otros lo más probable es que no se sienta cómodo con las demás personas, esto demuestra que se le complica mucho relacionarse con otros o que puede sentirse incómodo ante la presencia de alguien más.
- Dificultades en la comunicación. El juego es el lenguaje de los niños, por lo que la falta del mismo durante mucho tiempo en un niño/a denota que no está pudiendo expresarse correctamente y esto puede estar relacionado con el siguiente punto.
- Inseguridad de sí mismo. Debido a que el juego implica crear y proponer, su ausencia como parte de la característica de un pequeño/a puede darnos a entender que no se siente seguro de lo que está haciendo.
Recomendaciones
Si has podido identificar alguno de estos puntos en tu pequeño/a, es importante poder acercarte con mucha empatía y paciencia. Los niños pueden saber más de lo que creemos, pero no siempre saben cómo expresarlo, así que siéntate a su lado e incluso puedes intentar jugar un poco con él (te recomendamos leer la importancia del juego en la relación padre-hijos). Dale un tiempo y espacio seguro para que pueda abrirse contigo y contarte qué es lo que tanto puede abrumarlo. Cuando se sienta en confianza y note que no será juzgado, podrá ser más fácil para él/ella abrirse.
Debido a lo llamativo que pueda ser que un niño/a no juegue, y si aun siente inseguridad en comentar algo que lo preocupa, te recomendamos que pueda acudir a un espacio terapéutico que pueda ayudarlo a sentirse mejor.
Sumi-Kori Rimari
Psicóloga de Libera
C. Ps. C. 32052
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