Seguramente has leído más de un artículo sobre los primeros años de tus hijos, cómo hacer para alimentarlos correctamente, cuidarlos, su salud y su bienestar, etc. Casi todos los que somos papás, inundados por la emoción de la llegada de nuestro bebé, buscamos muchísima información, la cual nos llena de ciertos conocimientos; que conforme pasa el tiempo, dejamos de consultar, pues nuestra intuición y sensibilidad se vuelven mejores brújulas.
En ese sentido, nos volvemos casi expertos en todo lo relacionado a los momentos iniciales: el embarazo, qué está permitido y qué no, el nacimiento, cómo bañarlo, cómo darle de lactar, qué hacer si tiene hipo, cómo poner un pañal y mantenerlo aseado, y un largo etcétera. Y estoy segura también, que muchos de nosotros sabemos que el juego es un elemento muy importante en el desarrollo del niño, pero ¿sabemos lo suficiente?
En este artículo intentaremos abordar la importancia del juego en la relación de nosotros con nuestros pequeños.
¿Sabías que el juego es beneficioso tanto para el niño como para sus papás?
El aprendizaje que se da durante el juego es bidireccional, es decir, sus efectos los alcanza a ambos. Los padres aprendemos más cosas sobre nuestros pequeños, mientras que ellos aprenden los valores que se generan en un juego, como por ejemplo el compartir, el tomar turnos, el respetar normas, entre otros. Además, se mueven elementos muy importantes como la tolerancia, imaginación y felicidad. Y aquí vale la pena que nos preguntemos como adultos ¿cuántos espacios para la imaginación y felicidad tenemos en nuestro día a día?, quizás este es el efecto más claro para nosotros: tener un espacio en donde salgamos absolutamente de la rutina y nos conectemos con ese lado que nuestra rutina viene encogiendo.
«En lo que respecta al lado académico, el juego propone un espacio en donde las funciones cognitivas: atención, concentración, memoria, lenguaje, etc., emergen y se potencian.»
¿Qué otros beneficios tiene el juego?
La comprensión y la comunicación que surgen en un juego van a sentar bases para el futuro aprendizaje, además de potenciar las relaciones interfamiliares y la autoestima de nuestro hijo.
Además de ello, el juego puede ayudar a los niños a regular sus emociones. Primero, porque les permite experimentarlas, y con esto nosotros como padres tenemos la hermosa labor de enseñarles qué es lo que están sintiendo, lograr ponerles nombre, para así darles un lugar valioso; posterior a ello podremos ayudarlos a regularlas cuando aparezcan.
Y en lo que respecta al lado académico, el juego propone un espacio en donde las funciones cognitivas: atención, concentración, memoria, lenguaje, etc., emergen y se potencian. En ese sentido, un niño que juega es un niño que está reforzando sus habilidades que posteriormente le van a servir en la escuela.
Y ahora, ¿Cómo jugar con ellos?
Si bien en este punto no hay reglas claras ni establecidas, podríamos acercarnos a trazar algunas pautas:
- Sentirnos participantes: Muchos de nosotros al jugar con niños nos sentimos como únicamente espectadores. ¡Hay que involucrarnos! Van a ver lo divertido que será.
- Pongámonos a su altura: Jugar con niños implica tener que entenderlos desde su misma posición. Se traduce en acciones como tener que tirarse al suelo o meternos en el papel del personaje de Caperucita Roja.
- Respetar su tiempo de juego con nosotros: Jugar con niños debe tener un hueco fijo en el horario de cualquier padre. Durante ese rato, los padres deben centrarse en el juego sin preocupaciones ni prisas.
- Ayudarles a ejercer su libertad y creatividad: Jugar con niños no implica querer controlar el juego. Los hijos deben ser los coordinadores del juego. Esto ayudará a que desarrollen su creatividad y propongan asombrosas historias.
- Entrar en su mundo: Al jugar con niños, los padres deben intentar comprender la lógica infantil. El adulto debe amoldarse a la realidad del juego.
- Diferenciar entre papá y mamá: Jugar con niños no será lo mismo si quien juega es el padre o la madre.
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