La infancia no tiene que ser perfecta para que uno sea un adulto bien adaptado, algunos autores mencionan que basta con que sea “suficientemente buena” y para ello, es importante señalar a los padres ciertas pautas para la crianza del menor que cubran ciertas necesidades emocionales para un buen desarrollo psicológico.
Ahora bien, ¿Qué pasaría si a un recién nacido se le deja en un cuarto, solo, durante un tiempo?, evidentemente ese niño moriría, pues nadie le proporcionaría alimento, abrigo, limpieza, cuidados. Y así como un niño tiene necesidades fisiológicas que deben ser cubiertas por los padres o cuidadores, también posee necesidades emocionales, que de no ser cubiertas podrían desencadenar un desarrollo emocional inadecuado.
Dichas necesidades emocionales son cinco:
La primera de ellas es el contacto y afecto, seguro y estable: esta necesidad hace referencia a que el niño desde pequeño requiere la presencia de los padres para sentirse acompañado, acogido, seguro. La presencia física y emocional de los mismos le brinda al niño la certeza de contar con vínculos estables y afecto seguro; generando así, que se sienta querido, protegido y valorado.
La amenaza de abandono proviene de personas que son más íntimas, de aquellas que se supone que nos quieren, cuidan y protegen. Esta necesidad básica se ve insatisfecha, por ejemplo: cuando los papás viajan por muchas horas, el niño deja de ver durante mucho tiempo a sus padres, es criado por muchas personas diferentes, o cuando el pequeño se queda solo en casa durante largos períodos de tiempo. Generando que la persona cuando crezca sea inestable, temerosa y desconfiada, dificultando así su desarrollo personal, creen que en cualquier momento una desgracia puede ocurrir, por ejemplo, que la persona que quieren les dañe o abandone; se sienten vulnerables y su estado de ánimo se torna muy cambiante, siendo impulsivos o en algunos casos autodestructivos.
La segunda necesidad emocional es autonomía, competencia y sentido de libertad: conforme el niño va creciendo, comienza a aparecer la necesidad de explorar y conocer el mundo que le rodea a través de sus sentidos y experiencias. Vemos que de pronto comienza a tocar todo lo que tiene alrededor, de llevarse objetos a la boca, de hacer preguntas, etc.; todo ello nos indica que el pequeño se encuentra en etapa de exploración y necesita la libertad para hacerlo.
El hecho de que los padres le den esa libertad al niño al momento de explorar el mundo que les rodea, les brinda seguridad, autonomía e independencia, que de grandes les va a servir en diversos ámbitos de su vida; por ejemplo: al elegir un trabajo, al estar con la pareja, al tomar decisiones, etc.
Esta necesidad se puede ver insatisfecha en caso los padres sobreprotejan al niño, o -en el extremo opuesto- no le hayan cuidado o protegido; generando entonces personas que no sean capaces de forjar sus propias identidades y crear sus propias vidas, sin capacidad de establecer objetivos personales ni dominar sus destrezas. Asimismo, no se muestra capaz de enfrentarse a la vida de modo competente sin la guía o consejo de alguien que ellos consideran más fuertes.
La tercera necesidad emocional es la libertad para expresar necesidades y emociones válidas: cuando los niños comienzan a decir sus primeras palabras empiezan a manifestar sus deseos y necesidades a través de ellas. Cuando son debidamente escuchados y atendidos por sus padres, crecerán con la capacidad de comunicar lo que sienten a los demás, confiando en que serán atendidos y escuchados. Cuando, en cambio, se cercena la capacidad de expresión del menor, este crecerá sin la capacidad de conversar de lo que siente, quizá creyendo que no es importante hablar de ello, y sin prestar atención a las emociones de los demás.
Continuando con las necesidades emocionales, en cuarto lugar se encuentra espontaneidad y juego: todos los niños poseen la necesidad de tener un espacio en donde distraerse y jugar, siendo el juego un espacio de potencial aprendizaje para el menor. Esta necesidad implica también la creencia de que somos libres de actuar espontáneamente sin inhibición; si está estimulada de manera adecuada la persona crecerá sintiéndose libre y autónomo, lo cual fomenta el desarrollo de una buena autoestima.
Así, existen 3 signos de que la expresión está siendo restringida. La primera de ellas es cuando se observa que la persona se acomoda demasiado a otras personas, estando a merced de las necesidades ajenas. La segunda se evidencia cuando la persona está demasiado inhibida y controlada, esforzándose para tener apariencia perfecta, hacer cosas correctamente o mantenerlo todo limpio y ordenado. Por último, cuando se observa a una persona con mucha ira; pues el hecho de no comunicar lo que siente hace que su ánimo se encuentre constreñido.
Por último, se encuentra la necesidad emocional de Límites Realistas: tal como su nombre lo indica, esta necesidad explica el hecho de poner límites a los menores con la finalidad de que crezcan con una dirección, distinguiendo entre lo que pueden y no pueden hacer. Cuando esta necesidad es satisfecha, el niño crecerá distinguiendo hasta dónde puede llegar con las personas, evitando sobrepasarse y dirigiendo de manera más saludable su comportamiento.
En caso los padres sean muy permisivos y no hayan satisfecho esta necesidad, el niño crecerá presentando dificultades para respetar los derechos ajenos, cumplir compromisos o satisfacer objetivos a largo plazo, carecerán de autocontrol.
Finalmente, se han presentado las cinco necesidades emocionales que todo niño posee desde su nacimiento; es importante tomar atención a nuestras actitudes como padres y darnos cuenta si estamos haciendo lo posible por cubrir y satisfacer dichas necesidades, propiciando el buen desarrollo psicológico de los niños.
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