Un breve relato

Lily tiene 18 años y no sabe qué estudiar. Refiere que en la vida una de las cosas que más le cuesta es tomar decisiones. Normalmente no socializa como sus compañeras y se siente incómoda estando con varones que la cortejan. En los trabajos de grupo nunca toma la batuta de liderazgo, no le agradan las exposiciones, y en general, día a día enfrenta la incómoda tarea de elegir la vestimenta que utilizará. Menciona que esto le pasa desde muy pequeña, pues durante toda su vida ha estado acostumbrada a que su mamá le haga todo. “Mi mamá hacía mi vida más sencilla”, indica.

¿Qué simbolismo tiene la protección?

Muchas veces las madres tienen la mejor intención de cuidar a los hijos, protegiéndolos de cualquier amenaza de peligro, de cualquier situación que los haga sufrir o simplemente facilitándoles las cosas. Por ejemplo, tendiéndoles la cama porque salen muy rápido al colegio, lavando los platos por ellos porque están muy cansados, alistándoles la maleta para que no se olviden nada.

Pese a las buenas intenciones de las mamás, inconscientemente están invalidando al niño, están quitándole la posibilidad de desarrollarse y crecer, de formarse, de ser responsables, no dejando construir su autonomía e independencia. Todas estas conductas envían mensajes inconscientes a los niños reforzando la idea que son incapaces, que no pueden, que no tienen suficientes herramientas para desarrollar algo, o que son torpes; lo cual genera en ellos dicha creencia central que se forma desde que son muy pequeños hasta ya de grandes.

Sobreproteger a un niño es limitarlo a desarrollar sus potencialidades, encontrarse consigo mismo a través de sus errores y logros, aprender a sobrellevar los mismos fracasos que cualquier actividad conlleva, invalidar sus buenas intenciones, su empuje, su garra, su dirección, y en suma su propia libertad. Es a través de los logros y fracasos de manera gradual un niño va conociendo sus limitaciones, su potencial, sus habilidades, su capacidad de tolerar el error y de esta manera va formando su carácter.

¿Qué pasa cuando ese niño crece?

Se puede observar personas adultas que a veces no consiguen trabajo, que siguen a los demás, no hacen lo que más les gusta, no tienen opinión propia, tienen dificultades para encontrar cualidades o talentos personales, les cuesta decidir o tienen dificultades para relacionarse con las demás personas.

Una reflexión final

A ti, papi o mami que estás leyendo este artículo:

Cuando tenemos un hijo, lo que más deseamos en el mundo es que esté bien, que nunca le pase nada malo ni que atraviese peligro alguno. Ese impulso por proteger a los nuestros es biológico, es instintivo y muy natural.

Sin embargo, recordemos que si es que nuestra premisa es justamente tener niños fuertes y con herramientas para enfrentarse a la vida, necesitamos permitir que se caigan y equivoquen también. Entendemos que es doloroso para nosotros como adultos asumir esa idea, pero recordemos que puede ser mucho más pesado ver que con el paso del tiempo tenemos a un niño que no confía en sí mismo, no se quiere o no enfrenta retos.

Enseñarles y acompañarles en su crecimiento y desarrollo es vital, como padres somos una guía, pero no una máquina para resolverles los problemas a ellos. Intentemos encontrar este punto medio, en donde no somos ni sobreprotectores, ni negligentes en nuestra crianza.

Dejemos que los niños se desarrollen, crezcan, exploren, se conozcan, se equivoquen, celebren sus pequeños -grandes- logros… dejemos que sean libres.

 

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