Antes de iniciar el abordaje sobre este tema vertebral en la infancia, es necesario elaborar una definición de lo que es el apego, la cual es la inclinación especial hacia una figura, que por lo general, son los padres, aunque no necesariamente. Responde a una vinculación afectiva intensa, duradera y estable a lo largo del tiempo, que resulta una piedra angular para el desarrollo de la vida del niño.
Dicho lo anterior, abordaremos la importancia del apego en el desarrollo cognitivo, emocional y social de la vida del niño.
En primer lugar, el apego es una necesidad biológica que todos los seres humanos experimentamos, al igual que comer, beber agua y respirar. Ello quiere decir que todos los niños necesitan de un adulto para sobrevivir, que los cuiden, quieran, alimenten, orienten etc. Así, es una necesidad biológica pues está comprobado que el vínculo con los otros (sobre todo con las figuras de apego) permite que el sistema límbico (encargado de las emociones) se desarrolle, el cual a lo largo de todo el resto de su vida será el encargado de gestionar y regular sus afectos e impulsos. Por tanto, el vínculo y tipo de apego que se desarrolla con un infante, genera las bases biológicas necesarias para el desarrollo cerebral.
En segundo lugar, y en línea con lo anteriormente señalado, el apego es importante porque constituye el “espacio vital de crecimiento del niño”, pues la calidad de apego que reciba de pequeño(a) va a influir en cómo se comportará con los demás en un futuro.
En ese sentido, aparece la tercera razón de la importancia de este tema, que es sentar las bases para que el niño desarrolle un sentido de seguridad, autoestima, confianza, autonomía y efectividad para enfrentar el mundo. Todo niño necesita de un adulto que le ayude a interpretar el mundo en el que se está encontrando. El niño durante su infancia no cuenta aún con los recursos cognitivos, emocionales ni vivenciales para poder comprender lo que sus sentidos le van mostrando, y por tanto es necesario e importante que un adulto le permita poner nombre, reconocer y ayudarlo a gestionar aquello que va sintiendo.
Como hemos visto, el apego sienta las bases para el desarrollo del niño. Nosotros como adultos, tenemos la misión de traducir, contener y regular lo que el niño va experimentando, para que sobre esas bases logre construir su personalidad.
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