Queridos amigos, queremos compartir con ustedes una breve carta que con el permiso de su autor (una persona que asiste al consultorio) puede ayudarnos a entender el hecho de llevar nuestra vida para el exterior, sin asumir nuestra libertad y responsabilidad.

¿A qué se refiere con ‘vivir como imbécil’?

Él hace referencia al término “imbécil”, teniendo en consideración que esta palabra más que reflejar nuestra capacidad cognitiva, refleja el hecho cuando en nuestra existencia buscamos la carencia de libertad y responsabilidad y solo tratamos de encontrar un sentido a nuestra existencia en otros y no en nosotros mismos. Es vivir siempre buscando donde apoyarse, como vivir con un bastón para nuestra débil personalidad.

Les dejamos a continuación la lectura a la cual preferimos no omitir ninguna palabra para evitar disminuir la experiencia.

Una carta, una reflexión, una experiencia de vida.

Desde hace unos años tengo el ánimo adecuado para brindarme mayores experiencias satisfactorias para mi vida, pero esto no siempre fue así. Recuerdo el momento donde mi familia, la televisión y el colegio me hicieron creer que si no te adecuas a un grupo, a un estándar, a lo que otros esperan de ti, estás solo, y por lo tanto convivir con la soledad es sinónimo de fracaso social y personal.

De niño me llenaba esto de angustia, pero a la vez me cuestionaba sobre el absurdo de esta premisa. Me daba miedo profundizar más sobre esto, y darme cuenta que tan solo soy un freak filosofando sobre lo obvio, y lo obvio es que era muy probable que el resultado sea que me sienta una gran mierda por ser como soy. Así, que para evitarme complicaciones me dejé llevar por la agradable infelicidad de vivir para otros, mejor dicho preferí vivir como un imbécil.

Así pues mi imbecilidad, siguiendo el pensamiento de Fernando Savater, me llevó a ir probando diferentes formas de desperdiciar mi existencia. Primero probé por una provocadora indiferencia, adjuntándome al parámetro del incomprendido y que todo me tenía que llegar a las gónadas. Ser así de imbécil, me agradaba ya que no me comprometía y por lo mismo no era responsable de mi malestar, pero una voz interior me sorprendió tal cual excremento de paloma en el mejor momento de un lindo paseo y me dijo “este no eres tú”. Me angustie y me asomé a mi responsabilidad, pero quería aferrarme a seguir siendo imbécil, así que pase a otro nivel de involución.

Ahora quise ser un macaco camaleónico, y comencé a imitar comportamientos de personas que reflejaban éxito en mi vasto círculo social juvenil. Mi personalidad se tornó en un constante lienzo en blanco capaz de adquirir aquellos comportamiento que me llevarán a sentirme satisfecho de ser yo mismo, pero claro…siendo otro. Y una vez más mi querida voz interior apareció y me dijo “este no eres tú”. ¡Caray, tan protegido que me sentía siendo como otros! pero el cansancio de la apariencia llevó a que me aburriera y quise probar algo nuevo…en mi imbecilidad.

Esta vez, era el que busca constantes metas, pensando que “la vida es dolor y sufrimiento” y en el proceso encontraré algo al final del camino.

Era perfecto para mi tener una excusa socialmente aceptable para no centrarme en mí y dar la impresión de ser súper productivo. Poco a poco, mis metas se revelaron como vacías y carentes de sentido, el agotamiento excesivo me destruía física y mentalmente, pero eso sí, cumplía mi objetivo inconsciente de alejarme de mí mismo ya que aún me aterraba la idea de conocerme y tener la incapacidad de aceptarme, porque lo último que recordaba era que era un solitario sentimental, con rasgos filosóficos y espirituales, que sentía que no cabía en este modernismo donde estamos obligados a llenar parámetros.

Hasta que un buen día, rendido del estrés volví a escuchar la voz “este no eres tú”… ¡Y Carajo! Trate de mil maneras acallarla y seguir siendo un imbécil -que bien protegido me sentía- pero ya era tarde para dar marcha atrás, las fórmulas que había probado para encontrar un sentido del porqué estoy en este mundo habían sido ineficientes y sucumbieron fácilmente; así que, o seguir en lo mismo, o probar algo nuevo, y lo nuevo era algo antiguo que había dejado atrás, o sea yo mismo.

Encontré en mí temores, inseguridades, y una confusión de emociones, pero en estas reflexiones me encontré nuevamente con este ser sensible que puede disfrutar de la profundidad de las cosas sencillas, y que esto a su vez le lleva a valorar las cosas tal cual son, y me agradó.

Me di cuenta del absurdo en el que había caído por utilizar mi libertad con irresponsabilidad. Tomé conciencia de que las cosas que en mí no me agradan pueden ir mejorando y el camino puedo ir disfrutando de mis logros. Es decir, me encontré a mí mismo.

Pero, querido amigo a pesar de esta nueva etapa en mi existencia quiero confesar que a veces me veo tentado a dar una probadita a mi imbecilidad, solo que ahora puedo tomar conciencia de la misma y usar mi existencia para retornar a mí mismo y dejar este bastoncito innecesario, ya que yo mismo puedo darme el ánimo para continuar viviendo y creciendo.

Habiendo leído la hermosa reflexión de esta carta, les invitamos a trasladarla a ustedes mismos, a pensar si realmente estamos siendo nosotros mismos o más bien, una copia de alguien más, un consumista, un borrego o un títere. De ser así, recuerda, nadie más te va a sacar de ese círculo si no tú mismo.

Toma la decisión, vive con responsabilidad y libertad.

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