La empatía suele definirse como la capacidad para ponernos en los zapatos del otro; es decir, para comprender cómo la persona está experimentando algo y respetar esta singularidad. Muchos suelen fácilmente describirse como personas empáticas que pueden compadecerse o solidarizarse con conflictos de terceros y apoyarlos en lo necesario; sin embargo, esta aparente empatía parece desvanecerse cuando las creencias o pensamientos del otro chocan con los míos.

Esto último parece tomar mayor notoriedad cuando compartimos nuestro espacio con personas de crianza, creencias o hábitos diferentes, ya que las singularidades empiezan a enfatizarse al punto de generar discusiones sobre “lo correcto”, como es en el caso de parejas, ya sean solo enamorados, convivientes o un matrimonio consolidado.

¿Qué tan empático soy con mi pareja?

Para poder responder esta pregunta, primero debemos empezar siendo sinceros con nosotros mismos e identificar si realmente estamos siendo empáticos con los demás. Poder salir de nuestro cuadro de creencias y el modo en que vemos el mundo es una práctica fundamental para poder ser empáticos, ya que estamos aceptando que nuestra perspectiva no es la única ni mucho menos la correcta.

Sin embargo, en muchas discusiones de pareja ocurre lo contrario, ya que cada uno defiende su posición como si de una guerra se tratase. Una de las razones por las cuales una discusión “pequeña” se convierte en una avalancha de ataques es la falta de empatía en la pareja. Muchas veces, cada una de las partes quiere tener la razón, y es posible que bajo la lógica particular que utilizan sí la tengan, pero se cierran a la idea de que esa la única verdad, dejando de lado que pueden existir muchas maneras de percibir una sola experiencia. Como consecuencia, empiezan a decir cómo debería ser una situación, criticando, juzgando e incluso minimizando el modo en que la otra persona piensa, dice o siente.

Pero ¿por qué sucede?

Lo más probable es que a alguna de las dos partes (o ambas) se le haga muy difícil realizar el ejercicio anteriormente mencionado: el de poder salir de nosotros mismos y adentrarnos al mundo del otro. Reconocer cómo lo ve, lo que necesitan o sienten no resulta una respuesta válida, llegando a la total incomprensión del porqué la pareja actúa del modo en que lo hace, causando frustración porque la otra persona no ve todo “tan claro” como yo lo veo.

Es común que este tipo de actos se genere de manera inintencionada, ya que estamos hablando de creencias profundas que han sido parte de nuestra crianza o proceso de desarrollo, por lo que solo queremos defender nuestra manera de ver la vida. Por esto, es importante poder identificar si realmente estamos siendo empáticos o no, y cómo detener este ciclo.

¿Cómo evito esto?

Suelta la omnisciencia

Como primer paso, acepta que no siempre tendrás toda la razón. Lo cierto es que, debido a que hay muchas verdades, quizá la tuya sí sea una de ellas, pero no la única. Hay muchas maneras de percibir nuestro entorno y no siempre lo sabremos todo. Aprende a escuchar y aprender de la visión de tu compañer@ y, quién sabe, quizá te sorprendas en el proceso.

No ataques

Si se te complica entender la posición de tu pareja o sientes que ésta no entiende la tuya, lo peor que puedes hacer es atacar juzgando su posición. No podemos criticar la visión del otro ya que si la tiene es porque hay algo detrás que le hace pensar así. Este círculo de ataque y contra ataque solo genera daños y minimización hacia el otro, un ciclo que no tendrá un buen final.

Replantear y reinventar

Lo que hemos aprendido a lo largo de nuestra vida se ha normalizado tanto en nuestro día a día que es tomado como el deber ser y lo aceptamos como tal, sin plantearnos la posibilidad de que quizá esto pueda variar con el tiempo. Es importante ser flexibles ante la vida, no ser cuadrados o cerrados con nosotros mismos o mi pareja. Al tener una relación, muchas cosas pueden cambiar y hay que adaptarnos a esta nueva etapa, compartiendo y creando nuevas ideas y modos de experimentar.

Aleja la lógica y la razón

No todo tiene un por qué claro y objetivo. Lo que para unos podría vivirse como mágico o intenso, para otros puede ser algo aburrido y poco interesante. No tiene que haber una respuesta general sobre alguna situación, por lo que tu lógica no siempre será la de tu pareja y no tiene que usarla como tal. Tanto tú como tu compañer@ tendrán maneras distintas de experimentar una misma situación. Acepta y valida esta experiencia, ya que es tan única como la persona que tienes al lado.

Dentro de todo lo mencionado, lo más importante es aceptar que mi pareja es un ser independiente y autónomo. Sus decisiones, creencias o pensamientos no son creados del vacío, sino que, así como los míos, también tienen una razón de ser, dependiendo de sus experiencias pasadas, errores y aciertos. Abramos más nuestra manera de ver el mundo, así aprenderemos a compartir mejor nuestro espacio.

 

Sumi-Kori Rimari

Psicóloga de Libera

C.Ps.P. 32052

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