En el trabajo –por lo general- pasamos entre ocho y nueve horas diarias, lo cual constituye un tercio de nuestro día. Entonces surgen las preguntas como ¿cuán satisfecho me siento con lo que estoy realizando? ¿Qué tanto me llevo bien con mis compañeros y superiores? ¿Cómo me desempeño en lo que hago y si verdaderamente hago cosas que me llenan como persona? y –sobretodo- si en lo que me desempeño es lo que siempre quise hacer.
Nuestro estado de ánimo influye en nuestras interacciones sociales
El hecho de tener buenas relaciones interpersonales en el trabajo depende en gran medida de cómo me siento yo para poder brindar a los demás mis mejores cualidades y así generar buenas respuestas. Es decir, si yo me siento conforme con mi vida, manejo de manera adecuada mis vínculos, me siento satisfecho y tranquilo; soy capaz de dar lo mejor que tengo en el trabajo, no solo a nivel de desempeño, sino más bien cualidades personales como simpatía, calidez, respeto, colaboración, energías positivas, -y por qué no- una buena cuota de humor y risa. Sin embargo, muchas veces sucede lo contrario, las personas llevan al trabajo enojo, estrés, desesperanza, desánimos, malas energías; lo cual genera antipatía entre los trabajadores, desgano al realizar las tareas y conflictos en donde se observan personas que intentan ejercer un poder tirano sobre sus compañeros, exigiendo y demandando constantemente –no solo tareas- sino también atención, estima y compasión. De esta manera se generan también impuntualidades constantes, tareas inconclusas o incumplimiento de deberes, lo cual refleja el grado de insatisfacción que vive la persona, y –analizándolo más profundamente- quizá todas esas conductas formen parte de una rebeldía y subversión contra la tiranía del jefe, la antipatía del respeto, o –más frecuentemente- dichas conductas revelan los problemas que la misma persona está experimentando, pues si se hace un análisis de su vida, se puede observar con facilidad que no solo su vida laboral se torna caótica, sino también su vida matrimonial, familiar, amical y personal.
Y ahí viene otra pregunta…
¿En qué medida mis problemas personales afectan mis relaciones y clima de trabajo?
La respuesta es que, en mucha medida, pues por lo general somos un reflejo de lo que vivimos, de lo que sentimos y experimentamos. Si en casa estamos llenos de angustia, tristeza, cólera y rabia, lo vamos a volcar al trabajo, intoxicando nuestras relaciones y quehaceres.
Finalmente…
Recordemos que nuestro manejo de relaciones son un reflejo de cómo nos sentimos nosotros mismos por lo que es muy importante tratar de resolver ciertos conflictos tomando conciencia o con ayuda de un especialista que ayude a desenmarañar los problemas más profundos con los que cargamos diariamente, que pesan, agotan, debilitan, cansan; alivianando y suavizando los pesares para así mejorar personal e interpersonalmente.
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