Es muy fácil reconocer a un niño engreído en el salón de clases de nuestro hijo, en el parque o en la fiesta infantil. Lo que se nos hace muy difícil es reconocer que nuestro propio pequeño podría ser también demasiado mimado y no lo estamos educando con firmeza.
Debemos tener en cuenta en estos casos, que los niños engreídos no nacen así, somos los padres los responsables de esa conducta. Por tanto, no hay algo que se deba cambiar en el niño, sino en la relación entre padre e hijo.
Es importante que dediquemos tiempo a nuestro hijo, y aprovechemos estos momentos para enseñarle que cada cosa tiene un valor y que hay ciertas reglas que tienen que respetar.
¿Cómo reconocer a un niño engreído?
Hace berrinches muy frecuentemente: Esta es la señal más clara. Hace berrinches constantemente, en casa y en público. Es normal que un niño se sienta frustrado, pero no con tanta frecuencia.
Nunca está satisfecho: Los niños mimados a menudo no se sienten satisfacción con lo que tienen. Si ven a otra persona con algo en las manos, siempre van a querer eso en vez de lo que ya tienen.
No te ayuda: Tu hijo todavía está muy pequeño para realizar labores de la casa, pero incluso esas pequeñas tareas que podría hacer fácilmente, no las realiza. No está dispuesto a ayudar con la limpieza de sus juguetes ni poniéndose sus zapatos, por ejemplo.
Trata de controlar a los adultos: Los niños engreídos no suelen ver diferencias entre chicos de su edad o adultos. Así que esperan ser escuchados en todo momento, e incluso interrumpen conversaciones.
Frecuentemente te hace pasar vergüenza en público: Un desliz aquí y allá es completamente normal, pero cuando el niño avergüenza a sus padres en público con el propósito de llamar la atención, la situación va más allá que un hecho aislado.
No comparte: Compartir es un concepto difícil de dominar para los pequeños, pero una vez que el niño alcanza la edad de 4 años, ya debería estar más dispuesto a compartir juguetes o comida con sus amigos y hermanos.
Tienes que rogarle: Los padres somos figura de autoridad y debemos ser obedecidos cuando hacemos un pedido a nuestros pequeños. No deberías tener que mendigar a tu hijo para que haga algo que le has pedido.
Te ignora: A ningún niño le gusta oír la palabra “no”, pero no puede ignorarte cuando hables con él.
El niño no puede jugar solo: A los 4 años, un niño debe estar dispuesto y debe poder jugar por su cuenta durante un lapso de tiempo. La necesidad de un padre o un compañero de juegos demuestra demasiada necesidad de atención.
Tienes que sobornarlo: Los padres no tendrían por qué sobornar a sus pequeños con dinero, juguetes, golosinas, o similares, con el fin de conseguir que hagan las tareas de todos los días.
Algunas pautas para evitar la sobreprotección
- Dejar que se enfrente a las dificultades, a adaptarse a un entorno que cambia constantemente y a desarrollar sus habilidades por sí solo.
- Dejarle respirar, no estar permanentemente controlándole o atosigándole con preguntas o preocupaciones por su bienestar y salud.
- Favorecer que aprenda a pensar por sí solo, a asumir nuevos retos –en el deporte, por ejemplo–, a tomar la iniciativa y a adoptar sus primeras decisiones. Hazle sugerencias, pide su opinión, tenle en cuenta.
- Fomentar que juegue o realice actividades con otros niños, sin la presencia constante de los adultos.
- No darle todo lo que pida o lo que los padres creen que necesita. Mostrarle el valor del esfuerzo y las enseñanzas que encierran las dificultades y la frustración.
- Estar a su lado cuando lo necesite, pero para apoyarle, no para solucionar sus problemas y realizar sus tareas.
- Permitir que pase algún tiempo con otras personas para establecer lazos afectivos con abuelos y tíos e “independizarse” un poco de sus padres.
- Tratarle de acuerdo a su edad. Permítele que coma solo o se vista cuando ya sea capaz de hacerlo; y a medida que va cumpliendo años, retírale el chupete, el biberón, la sillita de paseo.
Ahora, ¿qué hacer si mi hijo es caprichoso?
Es importante señalar que a un niño caprichoso se le puede corregir, siempre que se rectifiquen los comportamientos inadecuados que han llevado a esa situación.
Enseñarle a ser consecuente con sus caprichos: Es preciso que el niño entienda la diferencia entre capricho y necesidad. Si se cede ante un juguete, hay que evitar sustituirlo por otro en cuanto se aburra; tendrá que conformarse con ese por una larga temporada. Si se cede ante cualquier antojo de alimentación, hay que procurar que no lo deje nunca sin terminar, aunque descubra que su sabor no es el que esperaba. De este modo, la próxima vez se pensará algo más las cosas antes de pedirlas.
Poner normas y límites a tiempo: Las normas y límites ayudan a los niños a saber lo que deben y lo que no deben hacer. Y cuanto antes se utilicen, mejor las entenderá. Para evitar los caprichos diarios, se han de instaurar determinadas rutinas como comprar chucherías solo los domingos o regalar un juguete en un momento u ocasión especial (cumpleaños, buenas calificaciones, etc.).
Técnica del despiste: Con los más pequeños, la solución más rápida y efectiva para evitar las situaciones incómodas en las que reclama un capricho es aplicar la técnica del despiste, es decir, buscar una alternativa que no responda a sus antojos, pero que sea atractiva para distraerle y hacerle olvidar el objeto de deseo.
Todos por igual: Es importante que la labor de educar para evitar los caprichos se lleve a cabo de la misma forma por parte de ambos progenitores. Si uno de ellos siempre se muestra más permisivo que el otro, es probable que el niño termine por acudir siempre a él ante una negativa de un capricho que, al final, se le concederá.
Cuidado con las excepciones: Es habitual que determinados familiares o amigos adultos sean más permisivos con los niños y cedan a sus caprichos. No hay que prohibirles esta actitud, pero sí es necesario hacer entender al niño que son situaciones excepcionales, que no se debe exigir lo mismo en todas las ocasiones.
Trabajar las recompensas: Cuando el niño tenga un capricho, se le puede imponer la realización de una tarea concreta o el logro de un determinado objetivo para poder conseguirlo. De esta forma, aprenderá a apreciar el valor del esfuerzo por obtener las cosas y, en muchos casos, se dará cuenta de si la necesidad de poseerlo era real o no.
Buscar otras alternativas: En ocasiones, los caprichos son tan solo una forma de reclamar mayor atención por parte de los adultos. Por eso, la mejor alternativa al capricho es muchas veces una recompensa inmaterial que represente una forma de pasar más tiempo con el pequeño. Cambiar un paquete de patatas por un buen rato con una madre o un padre en el parque puede ser la solución adecuada para muchos niños.
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