En la actualidad, es muy común escuchar y observar que se sigue usando el castigo físico como una forma de corregir a los hijos, las frases como “un golpe bien dado a tiempo para quitarle lo malcriado siempre es bueno” o “si no entiende con palabras, con golpes entenderá” son muy frecuentes, por lo que el castigo físico es visto como algo normal o necesario, sin embargo, ¿es realmente efectivo?

Efectividad del castigo físico

Si bien es cierto que tras aplicar el castigo físico algunas conductas cesan al instante, se ha comprobado que no suele tener resultados duraderos y que viene acompañado de otras consecuencias negativas para el niño y la relación entre padres e hijos.

Consecuencias del castigo físico

La principal conclusión de distintas investigaciones realizadas a padres e hijos  en donde se usaba el castigo físico, es que los niños que reciben golpes como castigo, no se comportan mejor, sino al contrario, a la larga tienden a desafiar más a sus padres. Además del dolor y las huellas físicas que esto genera, existen muchas otras consecuencias, como por ejemplo:

  1. Por un lado, les enseña que la violencia es un método válido para solucionar los problemas, limitando su capacidad para expresar sus emociones mediante palabras; por otro lado, les enseña a ser víctimas, si en algún momento sus padres le han golpeado “para corregirlo”, pueden pensar que es normal y aceptable que sus maestros, amigos o parejas en un futuro les hagan lo mismo.
  2. Paraliza la iniciativa del niño y limita su autonomía; si lo que se le enseña es que lo que hace la mayoría de veces está mal, y esto casi siempre va a tener como consecuencia un golpe, cuando se vea enfrentado a ciertas dificultades en entornos distintos, como escuela o con amigos, bloqueará su propio comportamiento, presentando dificultades y limitaciones a la hora de resolver problemas.
  3. Disminuye su autoestima; los golpes le dan al niño una percepción de poco o nulo afecto y aceptación por parte de sus padres, generando una sensación de minusvalía y hasta de mediocridad, no logrando reconocer aspectos positivos en sí mismos.
  4. Genera dificultades a nivel cognitivo, impide que sus procesos de aprendizaje se lleven de la mejor manera, y por lo tanto, genera una percepción negativa de sí mismo con respecto a sus capacidades e inteligencia.
  5. No desarrollan la capacidad de razonar y reflexionar, al contrario, promueve que se actúe impulsivamente, lo que le traerá problemas a la hora de darse cuenta de las consecuencias de sus actos.
  6. El vínculo entre padres e hijos definitivamente se ve afectado, el niño llega a desarrollar sentimientos de soledad, tristeza y abandono, lo que, con el pasar del tiempo, puede convertirse en rencor y deseos de abandonar el hogar lo más pronto posible.

Dicho esto, ¿por qué aun es una práctica ampliamente usada?

El castigo físico ha sido ampliamente usado por anteriores generaciones, es algo aprendido culturalmente. Por lo general, este método lleva de fondo una solución inmediata a la incapacidad que tienen muchos padres para controlar las conductas de sus hijos. Es de esperar incluso que estos padres en su niñez hayan sido víctimas de este tipo de castigo, y de alguna manera eso ya les parezca algo natural y necesario. Debido a las consecuencias que trae este castigo para el desarrollo emocional del niño, es importante invitar a un cuestionamiento hacia estas prácticas.

Alternativas al castigo físico

El castigo físico no debe ser utilizado para corregir ningún tipo de conducta, el considerar como solución el maltrato solo es el reflejo de la poca educación que hemos recibido sobre el cuidado de los niños y el poco manejo de los propios impulsos o arranques de cólera.

Antes de reaccionar agresivamente o enfurecerse frente al niño, se debe pensar en lo siguiente: ¿es así como se desea que el niño se comporte al enfadarse, golpeando? Recordemos que los niños siempre están observando y es probable que repitan el modelo de agresión de sus casas en el colegio, con sus amigos o con sus profesores. Si lo que se desea es que el niño se comporte adecuadamente siendo tan pequeño, los padres deben comenzar por demostrarle que, si hay algo que les desagrada, pueden comunicarlo verbalmente y tomar decisiones sobre su comportamiento porque lo considera más adecuado y no guiados por estallidos de cólera.

Además, hay otras formas de castigo que no implican la violencia, tales como ofrecer una consecuencia negativa (por ejemplo, suspender privilegios). Sin embargo, no se deben convertir en costumbre, ni ser desproporcionadas, como, por ejemplo, amenazándolo con seis meses sin salir a alguna parte. Además, a diferencia de lo que la mayoría puede pensar, se debe usar de forma aislada y como última medida, si se convierten en una norma, esta forma de educar a base de castigo enseñaría la «parte mala» de las cosas al niño, dejando de lado la importancia de educar enseñando a hacer bien las cosas, no necesariamente a sufrir las consecuencias siempre.

Finalmente, hay otras alternativas al uso de castigos, tales como el reforzar las conductas adecuadas, lo que puede ser más gratificante para el niño y mejorar su seguridad en distintos aspectos.

Si es que en algún momento se siente que se está perdiendo el control, o como muchos, no sabe cómo actuar ante el comportamiento de su hijo, es recomendable buscar ayuda profesional.

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