Seguramente alguna vez te has hecho esta pregunta: ¿La forma como yo me percibo a mi mismo será la misma que los demás ven? o ¿si la forma como veo a los demás será la misma en la que ellos ven de sí mismos?
Una herramienta valiosa en psicoterapia es preguntarnos: ¿Quiénes somos? Sin embargo, muchas veces la respuesta puede reflejarse en atributos que poseemos más que a tener consciencia de cual es nuestro valor verdadero.
Preguntemos por un momento, ¿Qué pasaría si basamos nuestro valor como seres humanos solamente en nuestros atributos? ¿Qué sucedería cuando estos “pilares falsos” cambien o desaparezcan? ¿Qué sucede si otros cuentan con más atributos que nosotros mismos, logros, etc.?
Al hablar de autoestima podemos caer en una falsa autoestima donde nos comparamos con los demás, buscamos quitarles méritos a otros, buscamos sumar y restar cualidades, lo cual nos dirigirá de una u otra manera a estar muy preocupados sobre nuestro performance, destacar sobre otros y finalmente, al no lograrlo, deprimirnos. En consecuencia, emociones como la depresión, ira, vergüenza, culpa y envidia aparecerán indiscutiblemente.
Dentro del plano de la terapia racional emotiva, nos damos cuenta que la evaluación del yo, es decir de nosotros mismos, nos resulta bastante cómoda y sencilla, cayendo en ella con facilidad, inclusive se puede hablar de una tendencia biológica a conectarse con este constructo; pudiendo hablar inclusive de un placer al calificarnos a nosotros mismos como geniales o sobresalientes, lo cual puede motivarnos a trabajos extraordinarios o un performance inventivo, entre otros, en definitiva, permite sentirnos superiores a otros, en palabras de Albert Ellis “sentirnos un semidios”; sin embargo, preguntémonos qué tanta oportunidad tenemos de hacer bien regularmente o siempre las cosas, o lo más importante, cómo una sola evaluación global de nosotros mismos puede aplicar de manera significativa a un ser, quien tiene características cambiantes; y en definitiva, quién podría evaluarlas o generar este juicio; ¿podríamos dividir el número de características y obtener una evaluación global válida?
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Entendamos que el término valor está relacionado a cosas, no a un ser humano. Para evaluarnos a nosotros mismos en total y exactamente, tendríamos que conocer todas las características e incluirlas en aquel total, empero pensemos: ¿Cómo podemos conocerlas todas? ¿Todos mis pensamientos? ¿Emociones? ¿Acciones buenas y malas? ¿Logros? ¿Estados anímicos – psicológicos?; esto nos llevaría a “La trampa de las grandes expectativas”.
Existe una decisión por tomar cada día, y es definirnos a nosotros mismos como buenos o valiosos solo porque existimos, solo por estar vivos, solo porque se es humano, y no ¡por ninguna otra razón! El camino será trabajar y trabajar, es decir, pensar y actuar para aceptarnos a nosotros mismos incondicionalmente, actuemos bien o adecuadamente o por el contrario no, recibiendo la aprobación de los demás o no.
El no dar un tipo de evaluación global, generalizada a uno mismo, a nuestra propia esencia, a nuestro propio ser; en vez de ello limitarnos a medir o evaluar lo que pienso, siente o hago, en otras palabras, evaluar cómo son aquellos pensamientos, emociones y conductas que nos ayudan a vivir y que no autocondenan o nos califican de malos; por ende, podremos elegir nuevamente cambiar los malos comportamientos y mantener aquellos que nos ayudan en vez de obsesionarnos tercamente y calificar globalmente nuestro ser.
Finalmente, nosotros podemos elegir permanecer vivos y saludables, disfrutar de nosotros mismos, experimentar tanta felicidad como podamos y poco dolor y frustración, al poner de lado nuestras evaluaciones globales, como decía Albert Ellos “Es mejor que evalúe mis características y actos, pero no mi totalidad o mi yo”.
César Vigo
Psicólogo de Libera
C.Ps.P. 35846
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