“Sentirse triste es bueno” ¿Qué tan contradictoria podría sonar esta frase?
Desde hace varios años se ha hecho común escuchar y leer frases motivacionales que siempre nos empujan hacia adelante y nos hacen ser mejores personas. Tenemos la idea y la meta de buscar y encontrar la felicidad en todo lo que hagamos, y siempre es importante acercarnos y mantener actividades, vínculos y cosas que nos hagan sentir bien, pero, en el camino, solemos olvidar que a veces también es bueno sentirnos triste, por lo que algún episodio que nos haga sentir este tan indeseable sentimiento puede llegar a sentirse como frustrante o molestoso.
Dentro del “paquete de emociones” que recibimos como seres humanos, encontramos la alegría, la ira, el miedo o el asco, y cada uno de ellos es tan importante como el otro. Sin embargo, una de las emociones que intentamos evitar a toda costa es la tristeza y, a pesar de no ser tan placentera, esta tiene una función en nuestra salud emocional.
La función de la tristeza, ¿de qué me sirve estar triste?
Siempre tendemos a asociar a la tristeza con algo negativo: alguna mala noticia o experiencia que preferiríamos no haber vivido. Pero no siempre es así; al contrario, su presencia ayuda mucho a la adaptación del ser humano al entorno en el que se encuentra
Importancia social
La función de la tristeza en el ambiente social puede ayudar de mucho a quien la siente. La expresión de esta emoción permite funcionar como un canal de pedido de ayuda hacia otras personas. Ya sea si en algunas ocasiones la tristeza nos empuja a querer estar solos o queremos la compañía de alguien, la presencia de esta emoción genera altruismo y empatía con nuestro entorno, iniciando así espacios de apoyo y unión entre el grupo, creando así una red de soporte con vínculos de mayor calidad.
Importancia personal
A menudo, el sentir tristeza nos hace pensar constantemente en alguna situación, ya sea la que nos llevó a estar tristes u otras ligadas a esta; esto sucede porque dicha emoción tiene la cualidad de llevarnos a la reflexión. Como tal, permite a quien la siente cierto nivel de introspección y análisis personal acerca de su situación o vida en general. Este proceso de análisis nos permitirá más adelante encontrar la solución al problema, pero también nos envía al aprendizaje por experiencia, adaptándonos cada vez mejor.
Importancia reparadora
Es normal que, al sentirnos tristes, no tengamos motivación de movernos o realizar actividades que usualmente disfrutamos. Esto es porque la tristeza sirve como una suerte de «ahorro de energía»; de esta manera, evita que las personas gasten innecesariamente su energía para poder centrarse en el conflicto principal y por el cual se está en ese estado, priorizando la búsqueda de soluciones
La tristeza negada en la sociedad: ¿Es bueno reprimir nuestra tristeza?
Es bastante común escuchar frases como «no hay que estar tristes», «no es para tanto», «pero, no llores», o incluso «la tristeza es para débiles, sé fuerte». Lo cierto es que la tristeza, así como las demás emociones, son totalmente inherentes a capacidades como la fortaleza y la debilidad, pues en tanto seamos seres emocionales, la seguiremos sintiendo.
La represión de la tristeza, como muchas veces nos hacen creer equivocadamente que es bueno, trae solo consecuencias que pueden resultar perjudiciales, causándonos más daño que bienestar.
Más emociones negativas
La idea de que está mal sentirse triste y no poder controlarlo -debido a situaciones difíciles que no podemos modificar- solo genera un mayor malestar, pues además de la misma tristeza, se presenta una sensación de frustración o sentir que decepcionamos a otros por sentirnos así, generando a su vez culpa por no «se fuertes». Esto solo crea un círculo de emociones que pueden llevarnos a una tristeza aún más profunda, ya que la autoestima se ve afectada y se genera una imagen negativa sobre uno mismo.
Somatizaciones
Es sabido que lo que la voz no dice, el cuerpo lo grita. Esto quiere decir que la tristeza puede encontrar la ansiada salida hacia el exterior mediante molestias o dolores musculares. No será sorpresa, entonces, que las personas que tienden a esconder su tristeza (u otras emociones) tengan dolores de cabeza o músculos, ya que la carga emocional también afecta el estado físico.
Sensibilidad aumentada
La represión de la tristeza puede funcionar en un inicio, alejándonos de esta incómoda emoción. Sin embargo, siempre hallará la manera de salir, y está puede presentarse en una aparente sensibilidad sorpresiva, donde «sin motivo alguno» la persona se sienta mal o incluso llore ante situaciones que en otras ocasiones no obtendría la misma respuesta.
Otra de las consecuencias ante la represión se liga con la irritabilidad, ya que está alta sensibilidad también puede hacer que nuestro umbral de ira o cólera disminuya, siendo más vulnerables a conflictos.
Como podemos observar, si bien la tristeza no es placentera o divertida, resulta de suma importancia poder darle un espacio y sentirla, ya que siempre tiene algo que decirnos y no podremos saberlo hasta que nos detengamos a escucharla.
La tristeza no está vinculada a la debilidad o la vulnerabilidad, por lo que la tristeza o el llanto no definen nuestra capacidad de afrontar problemas. Sabemos lo complicado que puede ser pasar por estas situaciones, por lo que si estás pasando por algo similar y no sientes que haya algún camino, te recomendamos acudir a una terapia psicológica, donde también podrás encontrar una salida más constructiva a tus emociones.
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