Muchas historias de amor no tienen un final feliz. Cuando una relación termina y no hay vuelta atrás, lo más común e ideal es que la pareja deje de convivir y cada uno continúe con su vida por su lado. Sin embargo, algunas parejas finalizan el amor pero no su convivencia.

Cada vez existen más parejas que se sienten obligadas a seguir conviviendo con su “ex” a pesar de haber decidido separarse. Esta situación es difícil de sobrellevar porque desde un inicio, nadie se plantea otras posibilidades que no sea el éxito de la relación, pero a pesar de ello, muchos lo hacen.

¿Por qué se mantiene la convivencia?

Como ya mencionamos, muchas parejas se separan, pero deciden seguir viviendo juntos. Esta decisión se ve influenciada por diversas razones que explicaremos a continuación:

Hijos:

Cuando existen hijos de por medio, principalmente cuando son pequeños, los padres optan por seguir juntos a pesar de la separación, pues ambos quieren estar cerca a sus hijos y disfrutar de ellos el máximo tiempo posible, además desean participar juntos de su crianza, ya que consideran que así podrán educarlos mejor. También lo hacen porque quieren evitar que sus hijos sufran las consecuencias de la separación y por librarse de los comentarios negativos de su entorno social.

Vivienda:

Cuando ambos son dueños de la vivienda, hay parejas que deciden esperar a vender la casa o departamento que comparten para que luego puedan alquilar o comprar una nueva casa por separado.

Economía:

Cuando uno de los dos no tiene dinero suficiente para irse de la casa y establecerse en otro lugar, por ello, optan por seguir conviviendo si quiera hasta que la situación financiera mejore. Asimismo, lo hacen para evitar las complicaciones que originaría vivir en dos lugares diferentes y pagar cuentas dobles, olvidándose de los trámites de asistencia familiar y división de bienes.

¿Cuáles son las consecuencias?

Las consecuencias de esta dinámica, en la gran mayoría de casos, son perjudiciales tanto de manera individual como familiar. Dentro de las principales consecuencias podemos mencionar las siguientes:

Genera expectativas de reconciliación en los hijos.

Mantener la convivencia puede crear la falsa idea de que puede haber una reconciliación, y si, en un futuro uno de los padres decide rehacer su vida, los hijos quedan más afectados por la decisión. Por otro lado, si los padres se llevan muy mal, y existen conflictos y desacuerdos constantes, ello será nocivo para los hijos pues los afecta emocionalmente, generándoles tristeza y sentimientos de culpa, lo que en algunos casos ocasiona que terminen siendo intermediarios de sus padres, repercutiendo considerablemente en su desarrollo, puesto que a futuro puede traerles problemas de autoestima, en su aprendizaje y emociones.

Tal vez cuando los hijos son pequeños pueda justificarse la convivencia, sin embargo debe ser por un período de tiempo determinado, pues los niños necesitan saber y aceptar la separación, ya que tienen la capacidad de entender que aunque sus progenitores se separen, su vínculo de padres e hijos será de por vida.

No pueden rehacer sus vidas.

Si durante la relación ha habido muchos conflictos, suele suceder que en la convivencia -sin vínculo emocional- ninguno deje al otro rehacer su vida. Se producen indirectas y sutilezas en la dinámica que no son fáciles de sobrellevar, las cuales son ocasionadas por sentimientos de pertenencia y vigilancia de parte del que se siente “engañado” a pesar de que están separados, no aceptando la posibilidad de que el otro haga algo con su vida que les disguste, lo que genera que ambos miembros de la pareja finalmente dejen de lado la idea de retomar sus vidas.

Los conflictos existentes tienden a empeorar.

Hay muchas más discusiones y desacuerdos, convirtiéndose muchas veces en una batalla campal, todo por ganarle al otro.

Se da el caso de parejas separadas que con su entorno aparentan tranquilidad, pero basta que lleguen a su casa para transformarse en personas completamente opuestas, no se hablen, se ataquen o que no quieran saber nada de lo que pasa ahí. También ocurre que uno de los dos quiere seguir imponiendo sus reglas, así pues, asuntos de la vida cotidiana pueden transformarse en una verdadera pesadilla debido a las imposiciones y recriminaciones permanentes, generando un ambiente insoportable para todas las personas que viven en el hogar.

Falsa expectativa de reconciliación en uno de los miembros.

Alguno de los dos puede crear la falsa expectativa de que van a continuar juntos o que se reconciliaran en algún momento, generando una relación confusa, entre el engaño, el desamor, la inadecuada separación con la familia extensa y eso perjudica los buenos vínculos, creando culpas y resentimientos.

Tomar distancia -real- siempre ayudará a procesar mejor el duelo por la ruptura, este toma tiempo pero al final se llega a superar.

Tips para una convivencia pacífica… Si es que no hay más remedio

Para poder sobrevivir a esta experiencia es muy importante establecer reglas para que la convivencia sea lo más pacífica posible:

  • Analicen su situación en todos los aspectos: vivienda, muebles y gastos generales del hogar. También evalúense a sí mismo y cuánta disposición tienen para llevar una convivencia tranquila.

  • Establezcan reglas claras y delimiten las obligaciones de cada uno: Coordinen cómo dividirán los gastos, cómo repartirán las tareas domésticas y cómo compartirán el tiempo con sus hijos.

  • Mantengan distancia: Es importante establecer horarios distintos para las comidas y para usar los espacios en común.

  • Respétense: Sus conversaciones siempre deben ser respetuosas. Ninguno de los dos debe llevar a su nueva pareja a la casa que comparten. No tomen cosas ajenas y no irrumpan en la casa con amigos, ni reuniones sociales.

  • Separen sus emociones: No actúen por revancha ni con la intención de generar celos o llamar la atención del otro. No sean condescendientes y no asuman roles que no les corresponden sólo por culpa.

  • No se descuiden: Cuiden su imagen personal, así como su salud física y mental. Tomen vacaciones, vayan al gimnasio, busquen una nueva actividad para relajarse y despejar su mente.

  • Si han acordado que uno dejará el hogar en determinado tiempo, deben cumplirlo en el tiempo establecido.

  • Busquen la asesoría profesional que los ayude a esclarecer si deben continuar manteniendo esa dinámica.

Cuando hay una ruptura de un compromiso, ya sea por vía legal, religiosa o simplemente de unión libre, lo mejor es separarse completamente, ya que vivir juntos bajo el mismo techo conlleva a confusiones y falsas expectativas tanto para la expareja como para los hijos. Por lo tanto, este tipo de convivencia no es saludable para ninguno de los miembros del hogar, ya que esto lleva a todos a no poner un punto final a esa relación que un día existió.

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